Una vez más, desde el nivel central, se aborda la capacitación docente... ¿Es acertada la modalidad elegida? Desde este lugar, una breve reflexión y un pequeño aporte.
Las ciencias avanzan a diario, ininterrumpidamente.
La tecnología nos maravilla en forma permanente con nuevos descubrimientos.
Y todo ello afecta la vida social y laboral, exigiendo complejas competencias para nuevos puestos de trabajo.
La escuela se conmociona frente a las demandas, que corren al tiempo de estos cambios.
Y en este contexto, los profesionales de la educación, somos conscientes de la ineludible necesidad de perfeccionarnos.
¿Cuál ha sido y es, la respuesta que dan las autoridades educativas ministeriales?
¿Cómo hemos respondido los docentes ante la creatividad de las autoridades pedagógicas?
¿Cómo desearíamos perfeccionarnos?
Recordando...
Cada nuevo equipo pedagógico que llega a nivel provincial, pone en juego su imaginación a la hora de idear la modalidad para la capacitación de los docentes en ejercicio. Así, los docentes que hace varios años lectivos que nos desempeñamos en distintas funciones en establecimientos de la provincia de Buenos Aires, hemos participado -¿sufrido?- de las propuestas de las autoridades: Módulos de perfeccionamiento docente; cursos obligatorios para determinadas funciones -sin considerar las diferencias de formación de cada docente- con la promesa de créditos o puntajes; trayectos -varios cursos con correlatividades- de la red de formación docente; jornadas en los CIE; materias cursadas en universidades; encuentros en las escuelas, con extensión de jornada sin suspensión de clases; etc., etc.
Hubo de todo: Acciones con un buen nivel en el abordaje de contenidos; otras con grado importante de improvisación; muchas producto de la desorganización.
Y lo último que nos llega -que no es nuevo-, reuniones con suspensión de actividades, sin alumnos.
Así, con el afán de cumplir con la normativa -sospechada en su origen como “detrás de un escritorio”-, los docentes nos encontrábamos -a veces muy desmotivados-, a tratar contenidos, temas, problemáticas, imaginadas por alguna mente lucida.
Hoy, recibimos una vez más, la alegría de poder capacitarnos en servicio.
¿La alegría?.......
Yo necesito, tu necesitas, nosotros... ¿Qué necesitamos?
En principio y en forma reiterada, afirmo y reafirmo la necesidad de capacitación.
Si no fuera así, no podríamos pensarnos como profesionales.
Y bienvenidas las propuestas de capacitación.
Y es bueno aclarar esta idea, porque a partir de aquí, voy a manifestar mi discrepancia con esta modalidad.
Y me voy a permitir sugerir otras opciones.
Cada docente, en cualquier función que nos desempeñemos nos encontramos con dificultades, “lagunas” que consideramos existen en nuestra formación, o nuevas necesidades surgidas a partir de los avances científico-tecnológicos que mencionara.
Y en los establecimientos educativos, los directivos, el equipo pedagógico, observan la necesidad de abordar determinadas problemáticas que afectan al conjunto institucional.
Ello nos encuentra a muchos, iniciando una búsqueda de propuestas que nos permitan satisfacer nuestras propias demandas. Y lamentablemente, a veces es infructuosa... por diversos motivos: horarios -muchos docentes trabajamos en distintos establecimientos-, jornadas muy extendidas en tiempo y complejidad, y, por supuesto, los requerimientos económicos, que, cuando son realizados en instituciones de prestigio y conducidos por profesionales destacados, son muy altos.
Por eso, cuando la capacitación nos llega como propuesta “desde arriba”... Reitero: ¡Bienvenida!...
Pero permítanme disentir con la modalidad. No es así, en un mismo día en todas las escuelas y trabajando en torno a contenidos similares, como damos solución a la complejidad observada. Esta modalidad sólo le es útil a unos pocos, y a aquella persona -o personas- que la planificó: Muchos docentes vamos de una escuela a otra -todavía existimos los profesores “taxi”-, y no todos tenemos interés o necesidad de tratar los mismos temas.
Autonomía: personal e institucional
Quizás sea una utopía considerar el año sabático, el bimestre sabático, el mes sabático. Por supuesto que esto parece un sueño en un país que quiere estar en el primer mundo, pero no lo está.
Pero es una de las opciones.
Si ello no es posible, podemos pensar en ...
Que cada institución decida los tiempos y los encuentros que su personal necesita.
Que cada escuela, haciendo uso de la tan mencionada autonomía institucional -que no es sólo administrativa, como algunos funcionarios pretenden- organice y envíe para su evaluación proyectos de capacitación, incluso solicitando profesionales especialistas en diversas problemáticas educativas, en funciones oficiales -los inspectores son algunos de ellos-.
Por otra parte...
¿Es tan difícil pensar en determinada cantidad de horas anuales que deban destinar los docentes a cursos, jornadas, talleres, etc.?
¿Es tan complicado organizar a nivel ministerial un proyecto de capacitación que incluya variedad de temas y problemáticas, y que le permitan al docente hacer su opción?
¿Es tan oneroso para la provincia, desafectar a los docentes de sus tareas cotidianas, por esa misma cantidad de horas?
¿Es tan complicado organizar un buen equipo de profesionales -cuántos y tan buenos en lo suyo- que concurran a las escuelas, a solicitud de éstas?
Si todo ello no es posible...
¿Es muy complejo encuestar intereses y en base a resultados, convocar a los docentes a escuelas cabeceras para el tratamiento de las problemáticas requeridas?
La respuesta
Los maestros y profesores, siempre hemos dicho que sí a todas las propuestas de capacitación que nos llegaron.
Sí con la presencia; sí con las ganas. Pero no con el sí de la necesidad o del interés.
Ahora necesitamos que las autoridades nos den el sí, a proyectos que respondan a las verdaderas necesidades institucionales y personales, los de cada uno de los profesionales docentes que nos desempeñamos en el sistema educativo.
Las ciencias avanzan a diario, ininterrumpidamente.
La tecnología nos maravilla en forma permanente con nuevos descubrimientos.
Y todo ello afecta la vida social y laboral, exigiendo complejas competencias para nuevos puestos de trabajo.
La escuela se conmociona frente a las demandas, que corren al tiempo de estos cambios.
Y en este contexto, los profesionales de la educación, somos conscientes de la ineludible necesidad de perfeccionarnos.
¿Cuál ha sido y es, la respuesta que dan las autoridades educativas ministeriales?
¿Cómo hemos respondido los docentes ante la creatividad de las autoridades pedagógicas?
¿Cómo desearíamos perfeccionarnos?
Recordando...
Cada nuevo equipo pedagógico que llega a nivel provincial, pone en juego su imaginación a la hora de idear la modalidad para la capacitación de los docentes en ejercicio. Así, los docentes que hace varios años lectivos que nos desempeñamos en distintas funciones en establecimientos de la provincia de Buenos Aires, hemos participado -¿sufrido?- de las propuestas de las autoridades: Módulos de perfeccionamiento docente; cursos obligatorios para determinadas funciones -sin considerar las diferencias de formación de cada docente- con la promesa de créditos o puntajes; trayectos -varios cursos con correlatividades- de la red de formación docente; jornadas en los CIE; materias cursadas en universidades; encuentros en las escuelas, con extensión de jornada sin suspensión de clases; etc., etc.
Hubo de todo: Acciones con un buen nivel en el abordaje de contenidos; otras con grado importante de improvisación; muchas producto de la desorganización.
Y lo último que nos llega -que no es nuevo-, reuniones con suspensión de actividades, sin alumnos.
Así, con el afán de cumplir con la normativa -sospechada en su origen como “detrás de un escritorio”-, los docentes nos encontrábamos -a veces muy desmotivados-, a tratar contenidos, temas, problemáticas, imaginadas por alguna mente lucida.
Hoy, recibimos una vez más, la alegría de poder capacitarnos en servicio.
¿La alegría?.......
Yo necesito, tu necesitas, nosotros... ¿Qué necesitamos?
En principio y en forma reiterada, afirmo y reafirmo la necesidad de capacitación.
Si no fuera así, no podríamos pensarnos como profesionales.
Y bienvenidas las propuestas de capacitación.
Y es bueno aclarar esta idea, porque a partir de aquí, voy a manifestar mi discrepancia con esta modalidad.
Y me voy a permitir sugerir otras opciones.
Cada docente, en cualquier función que nos desempeñemos nos encontramos con dificultades, “lagunas” que consideramos existen en nuestra formación, o nuevas necesidades surgidas a partir de los avances científico-tecnológicos que mencionara.
Y en los establecimientos educativos, los directivos, el equipo pedagógico, observan la necesidad de abordar determinadas problemáticas que afectan al conjunto institucional.
Ello nos encuentra a muchos, iniciando una búsqueda de propuestas que nos permitan satisfacer nuestras propias demandas. Y lamentablemente, a veces es infructuosa... por diversos motivos: horarios -muchos docentes trabajamos en distintos establecimientos-, jornadas muy extendidas en tiempo y complejidad, y, por supuesto, los requerimientos económicos, que, cuando son realizados en instituciones de prestigio y conducidos por profesionales destacados, son muy altos.
Por eso, cuando la capacitación nos llega como propuesta “desde arriba”... Reitero: ¡Bienvenida!...
Pero permítanme disentir con la modalidad. No es así, en un mismo día en todas las escuelas y trabajando en torno a contenidos similares, como damos solución a la complejidad observada. Esta modalidad sólo le es útil a unos pocos, y a aquella persona -o personas- que la planificó: Muchos docentes vamos de una escuela a otra -todavía existimos los profesores “taxi”-, y no todos tenemos interés o necesidad de tratar los mismos temas.
Autonomía: personal e institucional
Quizás sea una utopía considerar el año sabático, el bimestre sabático, el mes sabático. Por supuesto que esto parece un sueño en un país que quiere estar en el primer mundo, pero no lo está.
Pero es una de las opciones.
Si ello no es posible, podemos pensar en ...
Que cada institución decida los tiempos y los encuentros que su personal necesita.
Que cada escuela, haciendo uso de la tan mencionada autonomía institucional -que no es sólo administrativa, como algunos funcionarios pretenden- organice y envíe para su evaluación proyectos de capacitación, incluso solicitando profesionales especialistas en diversas problemáticas educativas, en funciones oficiales -los inspectores son algunos de ellos-.
Por otra parte...
¿Es tan difícil pensar en determinada cantidad de horas anuales que deban destinar los docentes a cursos, jornadas, talleres, etc.?
¿Es tan complicado organizar a nivel ministerial un proyecto de capacitación que incluya variedad de temas y problemáticas, y que le permitan al docente hacer su opción?
¿Es tan oneroso para la provincia, desafectar a los docentes de sus tareas cotidianas, por esa misma cantidad de horas?
¿Es tan complicado organizar un buen equipo de profesionales -cuántos y tan buenos en lo suyo- que concurran a las escuelas, a solicitud de éstas?
Si todo ello no es posible...
¿Es muy complejo encuestar intereses y en base a resultados, convocar a los docentes a escuelas cabeceras para el tratamiento de las problemáticas requeridas?
La respuesta
Los maestros y profesores, siempre hemos dicho que sí a todas las propuestas de capacitación que nos llegaron.
Sí con la presencia; sí con las ganas. Pero no con el sí de la necesidad o del interés.
Ahora necesitamos que las autoridades nos den el sí, a proyectos que respondan a las verdaderas necesidades institucionales y personales, los de cada uno de los profesionales docentes que nos desempeñamos en el sistema educativo.
Lic. Cristina Hemilse Masip
Prof. Normal y Especial en Ciencias de la Educación
Asesora Pedagógica Institucional
E-mail: licmasip@hotmail.com
E-mail: licmasip@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario